¿Prohibido jugar al fútbol?

Ver jugar al fútbol a niños y niñas en las plazuelas es una bendición evangélica

Recordaba por aquí Carmen Camacho el llamado protocolo de convivencia de Emvisesa que prohíbe, entre otros vetos, que niños y niñas jueguen al fútbol en patios y rellanos de ciertos bloques de pisos. A menudo se ve en algunos espacios al aire libre el aviso de dictadores y cascarrabias que prohíben jugar a la pelota. Al parecer molesta mucho que en horas prudenciales, como al caer la tarde, se grite, se corretee, se drible con la sagrada forma redonda o se chute contra las imaginarias porterías del paraíso. Prohibir jugar al fútbol en la calle es la última profanación del mundo de ayer que uno conoció como una unidad de medida aún más valiosa por su imperfección. Se deduce que las comunidades de vecinos prefieren que los niños continúen devorando pantallas a solas y que sigan obesos para presumir de lorzas y fofos hoyuelos en la barriga.

Recordaba también Daniel Verdú en un artículo en El País(Fútbol paradiso), la fotografía que se había hecho viral en Italia por lo que abrigaba de infancia común y súbita acordanza del tiempo perdido. La curiosa imagen mostraba a unos operarios subidos a una grúa mientras recogían balones de fútbol del tejado de la iglesia románica de San Tommasso. La escena está tomada en el pueblito de Ascoli Piceno, en la región de Las Marcas. En el suelo, sobre la placita aledaña a la iglesia, se veía un montón de balones ya ajados (algunos incluso del tiempo de los anni di piombo). Cuántos punterazos, qué de tiros marrados y caprichosas parábolas dieron lugar a que los balones se fueran al limbo y quedaran embarcados en el tejado de la iglesia. Allí se quedaron largos años, bajo el fogón de los veranos, las lluvias, los vientos. Al parecer, casi toda Italia se puso a recordar la niñez y el fútbol en la calle como si fuera una cinta de memoria tal vez más imaginada que cierta.

Todo esto lo digo por las simpáticas camisetas del Sevilla y del Betis que se venden en una tienda esquinera, situada entre Cuna y Rivero. Ambas muestran estampas como de cómic en las que unos críos, con sus respectivas elásticas, juegan al fútbol en la plaza del Salvador (los del Betis) y en la plaza de San Lorenzo (los del Sevilla). Estos últimos llevan el 16 y el 10 a la espalda, lo que los convierte en hijos paradójicos de la inmortalidad respecto a los malogrados Antonio Puerta y José Antonio Reyes. Ver jugar al fútbol a niños y niñas en las plazuelas es una bendición evangélica. Uno se pregunta si en el dichoso protocolo de convivencia de Emvisesa sí se permite el uso de veladores para que los vecinos puedan disfrutar de cervecitas con caracoles.

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