El Rastro de la Historia

Una cocina, la huella arqueológica más antigua de Sevilla

  • Un lecho de cenizas y algunas cerámicas de estilo indígena nos trasladan a la ciudad protohistórica en el mismo momento de su nacimiento, entre los siglos IX y VIII a. C.

Arqueólogas trabajando en el yacimiento del Patio de Banderas.

Arqueólogas trabajando en el yacimiento del Patio de Banderas.

Las excavaciones arqueológicas que Miguel Ángel Tabales dirigió en el Patio de Banderas, a finales de la primera década de este siglo, dieron varias sorpresas. Una de ellas, de la que ya hablamos en este Rastro de la Historia, fue el gran edificio portuario cuya desaparición se debió probablemente a un tsunami que sufrió el puerto romano de la ciudad en el siglo III. También interesantes son los vestigios de un posible templo a Isis y los de un cenobio que probablemente estuvo vinculado a esa gran basílica paleocristiana-visigoda de Sevilla que aún no se ha encontrado, pero que se cree estuvo en esta zona de la ciudad.

Sin embargo, quizás el más curioso de estos hallazgos fue la que hasta ahora es considerada como la huella de actividad humana más antigua de Sevilla. Se trata de un fondo de cocina u horno que está datado entre los siglos IX y VIII a. C., durante el periodo conocido como Bronce Final. 

Los restos aparecieron en 2009 en la banda más septentrional de la lámina de albero del Patio de Banderas, a cinco metros de profundidad (cota 7,5 metros sobre el nivel del mar). Consisten en un lecho de cenizas junto al que se encontraron numerosos restos cerámicos de retícula bruñida, de estilo marcadamente indígena, aún sin influencias orientalizantes. Esto es muy importante, porque nos indica que todavía estamos en un periodo pretartésico. Como en su día dijo Tabales: "tuvo que ser una cocina comunal, rodeada de cabañas de planta circular. Los restos nos indican que en ella se guisó y se comió".

El hallazgo fue sumamente importante y tuvo un amplio tratamiento por parte de la prensa, pues no es normal que en Sevilla aparezcan restos protohistóricos. De hecho, debido al éxito histórico de la ciudad y a la acumulación de civilizaciones, para llegar a estos niveles de los albores de la historia de Sevilla hay que excavar hasta 12 metros en algunas zonas del Casco Antiguo, algo sumamente complicado y caro. 

Estamos hablando de un momento en el que Sevilla, una ciudad recién fundada por los fenicios pero cuya población tuvo que ser en parte indígena, estaba a orillas del mar, justo en las confluencias del río Guadalquivir y el Tagarete (ahora, el Guadalquivir desemboca a 99 kilómetros) lo que además de facilitar la defensa de la ciudad (los cauces como fosos naturales), facilitaba el comercio con el interior que con tanto ahínco buscaban los fenicios. Además, también ayudó el que la primera Sevilla se fundó sobre un cabezo que ponía a la ciudad a salvo de las periódicas crecidas y avenidas del Guadalquivir. 

Imposible acabar este artículo sin un recuerdo al ya desaparecido doctor Ismael Yebra, vecino y nacionalista de la Alfalfa y defensor de sus privilegios como zona más antigua de la ciudad, quien cuando se enteró de la aparición de estos restos en el Patio de Banderas afirmó con su habitual sorna: "Eso es que algunos de la Alfalfa fueron allí a echar el domingo".

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