Sumar otra memez

De modo que así estamos, entre la halitosis de Vox y la necedad de los tontos persistentes

Siempre me han gustado los himnos de toda suerte. El himno del centenario del Celta de Vigo, creado por C. Tangana, va ya por el millón largo de visitas. El himno de la suerte acompaña a los anuncios del Extra de verano de la Once (el de este año me hace mover la cadera ortopédica a ritmo de reggeaton y trap latino). Un clásico críptico y celeste es el Hallelujah de Leonard Cohen, con el que suelo dar vivas a las doce tribus de Israel. La futbolería en los Mundiales no se entendería sin el momento hímnico que antecede a los partidos. Uno desea ser croata al escuchar su himno. Igual que serbio cuando se escucha el suyo (justo por molestar precisamente a los croatas). Hay himnos que nos crean asociaciones disparatadas. El himno de Turquía es lo más parecido a una marcha procesional de paso de palio camino de la Campana. Por no salir de la Semana Santa, se ha dicho que Amarguras es la pieza hímnica de Sevilla. Si es por elegir, uno preferiría Jesús de las Penas, pero fundido, si ello fuera posible, con el canto del Kyrie eleison del antiguo Bizancio e interpretado, por rizar el rizo, bajo el órgano de Nick Cave o del mismo padre Ayarra.

El You Believe de Lauren Diagle es todo un Hosanna pop y un himno cristiano para cocinar en domingo. Cierto es que hay piezas horrísonas que llaman a la deserción de la patria. Escuchar Els Segadors nos lleva a algunos a pedir la independencia de España respecto a Cataluña (y no al revés). Y es aquí, en el nudo de lo político y lo ridículo, a donde quería uno llegar. En un reciente mitin de Sumar en Sevilla se cantó muy sentidamente el himno de Andalucía. A su término Yolanda Díaz, la obrerista chic, aparecía con la dirigencia local de Sumar y con el ilusionante candidato Francisco Sierra (famosísimo hoy por hoy por su ridícula pose de supremacista moral ante Rocío de Meer de Vox). En la estrofa “¡Sea por Andalucía libre, España y la Humanidad!” se sustituyó “España” por “los pueblos”, alterando la letra de Blas Infante versionada por el maestro Castillo. Cierta siniestra española, sobre todo la más patéticamente joven (deberían leer a Céline), persiste en la idiotez de querer alumbrar el ensueño federal de los pueblos hermanos (entre los que por supuesto el vasco y el catalán deciden sus vientos). El PA ya cercenaba el himno de don Blas en sus mítines de los noventa. También solía hacerlo el ex alcalde Kichi. El portavoz de Adelante Andalucía animó el 28-F a levantar el puño antifascista cada vez que suene el himno andaluz. De modo que así estamos, entre la halitosis de Vox y la necedad de los tontos persistentes.

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