OSC. Ensemble de Percusión | Crítica

Espacios de timbre y ritmo

El Ensemble de Percusión de la OSC en el Maestranza

El Ensemble de Percusión de la OSC en el Maestranza / Guillermo Mendo

El concierto terminó con la Ionisation de Edgar Varèse, partitura mítica para trece percusionistas estrenada en 1933, que exigió al máximo al joven conjunto reunido por la OSC. Juan García Rodríguez imprimió un tempo vivaz, que no dejó caer la tensión ni el vigor rítmico en ningún momento, aunque faltó un poco de la claridad que exige una obra que se plantea como auténtica polifonía de timbres.

El concierto venía de tres obras muy diferentes entre sí. Irregular y algo digresiva Les cahiers de V. Nijinski del francés Henri Algadafe, obra de 1997 que era estreno en España. Se trata de una pieza de naturaleza escénica, con un actor que recita un texto supongo que extraído de los famosos Diarios del bailarín ruso. La música se mueve entre el dominio de los parches del principio y el final con una sección central en que mandan las láminas de madera, pero todo se supedita a la acción, entre lo metafísico y lo nonsense, que sugiere el texto, y se alarga hasta unos acaso excesivos 27 minutos.

Sombra de una iconografía (2013) del argentino Daniel Sprintz, que incluye un vibráfono solista, es en cambio una obra relativamente breve, volcada hacia lo melódico, lo lírico, con toques casi impresionistas en sus sutiles contrastes texturales y sus dulces perfiles tímbricos (incluye, como Varèse, piano), que exigió la máxima delicadeza del conjunto. El contraste fue notable con la poderosamente rítmica Bembé (2008) del cubano Louis Franz Aguirre, auténtico rito orgiástico de pretensiones primitivistas.

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