Esteban González Pons | Político y escritor

González Pons: "Al político lo atenaza la soledad del despacho"

El político del PP y escritor Esteban González Pons.

El político del PP y escritor Esteban González Pons. / José Ángel García

La estancia en Bruselas como eurodiputado le ha servido a Esteban González Pons (Valencia, 1964) para escribir dos novelas. La promoción del segundo, El escaño de Satanás (Espasa), lo ha pillado en una intensa negociación con el PSOE que resultó en acuerdo después de haber vuelto a Madrid a un cargo de responsabilidad en el PP. Al político, rara avis por su afición a la escritura y por lucir un socarrón sentido del ridículo, lo criticaron por el empleo de tacos y por reflejar escenas tórridas en la primera novela. En la segunda, el terror conduce un thriller política.

–¿Qué tiene un escritor que no tenga un político?

–Imaginación. El tono creativo en el Congreso de los Diputados no inspira ni a los sepultureros.

–Parece que no está bien visto pues que un político escriba una novela.

–No en nuestro país. De los políticos se espera que escriban cosas aburridas pero en España se prefiere la mentira a la ficción, cuando la ficción es infinitamente más divertida que la mentira.

–¿El político creativo, el artista, ha de ser obligadamente de izquierdas?

–Es un mito de la Transición que ahora, que la Inquisición se ha vuelto de izquierdas, ha sido desmentido. Hay una Inquisición de izquierdas posterior al franquismo más cruel que lo fue la de derechas.

–También parece que está mal visto emplear palabras malsonantes en una novela.

–En la novela anterior se me ocurrió escribir la palabra coño y cayó el cielo sobre mi cabeza porque los políticos no pueden tener tacos ni hablar de sexo. Si eres político en España tienes que aceptar que los niños vienen de París.

–El sindiós se asemeja al guión de una película de los Hermanos Marx.

–En El escaño de Satanás reflejo un mundo político que parece salido de la pluma de Valle Inclán o, puesto que soy fallero, el Congreso de los Diputados me recuerda mucho a una falla, llena de ninots que al final tienen que arder para que todo vuelva a renacer.

–Resulta entonces que en el Congreso hay muertos y hay monstruos.

–Es un hecho, no es una ficción. El Congreso está construido sobre las ruinas del antiguo convento del Espíritu Santo y, para ahorrar, cuando se levantó el Palacio de las Cortes, no se eliminaron ni los cimientos ni los enterramientos que había en el convento. Debajo del Congreso hay un cementerio y creo que explica todo lo que está pasando en España.

–¿El horror es sólo cosa de las Cortes o también se extiende a la judicatura, los sindicatos, la prensa...?

–Toda España es de carnaval. La historia de España pendula dramáticamente entre el carnaval y la Cuaresma, entre la Inquisición y el libertinaje. No hay término medio. Los españoles no somos moderados. Paradójicamente, acertamos justo cuando somos moderados.

–Atrévase a mencionar algo desconocido de los representantes públicos en España, algo esperanzador.

–Los políticos son las mejores personas que uno puede tratar en la vida. Lo que ocurre es que a veces están muy solos para tomar las importantísimas decisiones que tienen que tomar.

–¿Se ha sentido solo?

–He sentido la soledad del despacho, que es lo que atenaza al político. Cuando se aísla, el político se convierte en un zombi.

–Mi abuela me decía cuando era chico que, más que a los muertos, hay que temerles a los vivos.

–Lo mismo me decía a mí. Conforme me voy acercando a la edad de irme al otro barrio voy empezando a tener miedo de los muertos, son quienes conviviré la mayor parte del tiempo.

–¿Cuál es el bálsamo que ha tomado para ser un solicitado resucitado de la política?

–Ninguno, simplemente resistir y aceptar que en política la muerte no es para siempre. En política no hay muertos, hay mal enterrados. A lo largo de mi carrera política he resucitado cuatro o cinco veces, estoy ahora en mi última resurrección y la mala noticia que tengo para los lectores es que siempre que uno resucita profesionalmente lo hace en la adolescencia. No hay modo de saltarse esa etapa engorrosa.

–¿Eso implica la comisión de los mismos errores?

–Implica que resucito cometiendo los mismos errores que cometí, y que lo hago con tantas ganas de enamorarme políticamente como al principio, y hoy estoy convencido de que mi partido tiene que ganar las elecciones para que España salga adelante.

–¿Quien resucita corre el peligro de reproducir la vida como una farsa?

–No. A lo largo de la vida todos resucitamos un par de veces porque todos morimos un par de veces. Cada vida es nueva y diferente, lo único que tiene de malo es que empezamos desde la adolescencia. Mi intención, en mi próxima resurrección en esta vida, es hacerlo al revés, resucitar de anciano y acabar de joven.

–¿El frío de Bruselas aumenta las tentaciones carnales?

–El frío de Bruselas conduce al onanismo, te encierra en casa. Es lo contrario de la vida. Pero lo malo no es el frío sino la oscuridad. Hay menos luz que en otros lugares. El drama de Bruselas es que puedes estar 25 día seguidos con sólo la luz eléctrica encendida. Eso explica a veces que los euroburócratas toman decisiones tan estúpidas.

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