Sevilla

Un viaje de Estados Unidos a Tetuán

  • El autor narra la historia del azulejo del Studebaker, el panel comercial más famoso de Sevilla

EL auge industrial y comercial que experimentó Sevilla a principios del siglo XX favoreció el nacimiento de una nueva sociedad más avanzada, que asumía la publicidad como un elemento habitual de la vida cotidiana. Las composiciones innovadoras o los contrastes cromáticos sugerentes, propios del lenguaje publicitario, encontraron un buen soporte en la tradicional técnica de la cerámica pintada, que por su firmeza fue desterrando las marquesinas decimonónicas de madera y cristal que resultaban más frágiles al exterior.

Este nuevo espíritu tuvo su efecto en la ciudad, que en los felices años 20 sufrió una transformación urbana promovida, entre otras causas, por la presencia creciente del automóvil, que abandonaba ya su función de entretenimiento para convertirse en el medio de transporte de las clases sociales más altas.

En 1924, Enrique Orce, director del Taller de Ramos Rejano, culminó la que posiblemente sea su obra más conocida: el panel publicitario del modelo Big Six de la casa americana Studebaker, que D. Vicente Aceña vendía en el Centro de Contratación de Automóviles situado en la calle Aduana. Creado en 1919, el Studebaker de 6 cilindros y siete asientos era el turismo más deseado del momento, costaba 13.500 pesetas, poseía un rendimiento inédito y solía aparecer en las revistas conducido por las estrellas de la época. El vehículo registró en 1924 el récord de dar una vuelta a España sin detenerse, visitando Sevilla, que desde entonces fue el tercer punto de venta nacional después de Madrid y Barcelona.

El cartel cerámico fue colocado en la fachada de El Sport con el fin de promocionar el modelo entre la selecta clientela del bar y entre la multitud de sevillanos que solían acudir a los comercios de la calle Tetuán o darse cita frente al local cuando había función en el Teatro San Fernando.

Enrique Orce realizó una composición personal tomando como modelo los panfletos publicitarios que Studebaker difundía internacionalmente. La escena principal de las damas paseando en el coche está tomada del primer anuncio del modelo lanzado en Estados Unidos. Sin embargo, introdujo algunas diferenciaciones situando el volante a la derecha y sustituyendo el molino del jardín de tulipanes de la reina Guillermina (San Francisco, California) por el famoso Pensador de Auguste Rodin. En este mural puede observase su virtuosismo técnico en la delicadeza de los detalles y en la calidad de las figuras gracias a la pincelada fina y suelta con la que trabajaba. Sobresalen en la obra aspectos como la composición del conjunto, la fuerza de su colorido y los efectos lumínicos, pues era un auténtico maestro a la hora de organizar escenas y jugar con los colores.

Hacia 1960 podría verse semioculto por una capa de pintura que escondía las letras para eludir un impuesto que el Ayuntamiento gravaba a los comercios por la exhibición de publicidad. El intenso tráfico que soportaba la calle provocaba que el panel sufriera rozaduras debido al contacto directo con los peatones que circulaban por la estrecha acera, incluso llegó a tener importantes desperfectos por un accidente de tráfico. En 1978 el azulejo desapareció, generando un sonoro malestar social que animó a los descendientes de Orce a afrontar su restauración de manera altruista e inmediata.

Actualmente, el vandalismo y su exposición continua a la intemperie han ido debilitando las reintegraciones ejecutadas en aquella restauración, constituyéndose como potenciadores de su degradación. En el Plan Especial de Protección del Conjunto Histórico de Sevilla aparece registrado como entidad urbana protegida, lo que ha motivado la desautorización de su traslado a la planta alta. Un movimiento que no sólo privaría a la calle Tetuán de uno de sus elementos más identificativos, sino que supondría la transformación total de una obra, donde la cuestión de su ubicación es fundamental en su concepción y contemplación.

El mural del Studebaker es quizás la obra más destacada en la tipología de azulejos comerciales conservados en Sevilla. Con el paso de los años ha ido perdiendo su función publicitaria para transformarse en un bien patrimonial muy importante debido a los factores culturales que inciden en su valor: histórico como testimonio de una época pasada, artístico como muestra del talento creativo y técnico de su autor o incluso etnológico al formar parte de la memoria sentimental de muchos sevillanos, que aún mantienen el recuerdo infantil de adivinar que aquellas señoritas paseaban por la calle Tetuán en sentido contrario cuando ésta se encontraba abierta al tráfico rodado.

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